domingo, marzo 18, 2007

El ángel fuera de luego

de mi adolescencia, una de las personas que menos tenía que ver conmigo y más frecuentemente me acude a la memoria es eva. compartió conmigo algunos cursos del bup y el cou; pese a tener una relación cordial, creo que no llegamos a coincidir en más de cinco o seis conversaciones largas.

eva era una chica garbosa, entendiendo garbosa como bien proporcionada dentro de una 38-40, hoy en día probablemente la llamarían gorda o "no estilizada", muy amable y sin enemigos dentro de clase. sus padres tenían tiendas de ropa, tiendas de ropa en las que jamás llegué a comprar nada por el estilismo, digamos, "muy de barrio" al que estaban abonadas; una de las tiendas recuerdo que se llamaba “bueno, bonito y barato”, otra “emma”… estaban ubicadas en los barrios más alejados de nuestro colegio.

eva vestía siguiendo estos patrones de moda: vaquero de corte nacional azul oscuro, zapato de fabricación nacional de suela de goma y cómodo, camisetas, blusas lisas... vaya, que no despertaba la envidia o la admiración de nadie, de ahí su falta de enemigas. en las fiestas no se enrrollaba con nadie y se limitaba a bailar con mucho estilo ritmos muy funkis… evita era de las típicas que vivía por y para sus sesiones vespertinas de jazz o de funki; era frecuente verla en clase, antes de que entrase el profesor de turno, ensayando pequeñas tablas del baile que en aquellos momentos la tuviese en danza, nunca mejor dicho. hablaba sin parar de neneh cherry, de la alevina de los jackson, de cool and the gang... ese rollo. sus amigas, miriam y ana, voraces lectoras del vale y del super pop como ella misma, la seguían en sus rítmicos aspavientos en una mezcla de basta seducción y un prematuro afán de quemar calorías, como más tarde pudo comprobarse (…) Incluso me parece recordar que solían quedar por las tardes con un radiocassette y saltaban en plan sexy con posturitas provocativas, marcando mucha cadera. como beyoncé, pero del llobregat.

yo intento que esto quede en una amable descripción de eva y su entorno pero siento como la mala leche teclea a ritmo de rithm anb blues, es por eso que voy a empezar a admitir que eva, evita, no me caía bien, me cargaba; no es que la odiase, porque tampoco nuestra relación generaba ese tipo de pasiones, pero bueno... que no. supongo que la principal razón de estos sentimientos, a parte de estos exabruptos de ritmo, tengo que hallarla en el hecho de que evita era muy amiga del que fue mi gran amigo en exclusiva del bup y cou. Jorge Juan.

de Jorge Juan no hablaré ahora, era un chico de clase al que llamábamos rick astley por un más que supuesto parecido con el cantante británico de moda a finales de los ochenta. Jorge Juan y a mi nos unía un fuerte nexo al margen de pandillas y durante cuatro años creamos un vínculo muy especial. Eva y jorge juan vivían relativamente cerca, es decir, que ambos necesitaban del metro para volver asus respectivos domicilios y en esos trayectos se hicieron amigos. Bueeeno, en realidad también los unía el amor por la música y el sonido, a ella para dar brincos y a el para interpretarla, al margen de que, llevado por la fiebre del moderneo, siempre en ambientes adecuados, a jorge juan también le daba por bailar de manera muy alternativa.

Ya tenemos montado nuestro triángulo emocional. Por mal que me cayese evita, desmostrarlo significaría dar una muestra evidente de mis celos, cosa que yo no veía adecuada en modo alguno, por lo que se produjo aquello de “no quieres caldo?, pues toma dos tazas”: eva y yo, sin relación ninguna, nos saludábamos afectuosamente debido al lazo que sin quererlo jorge juan creaba entre nosotras. En otras ocasiones, este lazo no habría tenido ninguna fuerza para mi ética y en mi mordacidad adolescente me habría cargado cualquier contacto de eva y jorge juan pero… había algo en eva que me impedía actuar de manera tan vil y despiadada.

Eva tenía soriasis. La suya era bien latente y evidente, llevaba siempre la cara muy brillante y tirante debido al tratamiento que le secaba terriblemente la piel, bajo esa capa casi rígida, aparececía una dermis muy roja y repujada de granitos. Estos tenían épocas de bajada y épocas de subida, en las cuales a eva se le veía que a parte de lo estético, sufría dolores y molestias, rojeces y malestar dignos de compasión. Asi que yo, presa de los celos más verdes y electricos, esbozaba una sonrisa cuando jorge juan me comunicaba/ pedía permiso para ir a ensayar los bailes con eva o bien cuando me la cruzaba y ella en vez de saludarme como una persona correcta, me dedicaba un “churri! o un “cariño!” afectado y lleno de, si no falsedad, circunstancia. Pese a todo lo malo que me generaba eva, yo prefería callar y dejarme llevar por mi misericordia. Eso si, jamás me sentí piadosa por hacer esto, sencillamente, no podía portarme mal con ella.

Las cosas llegaron a un punto de armonía y buen rollo fictício que empecé a examinar el asunto desde otro punto de vista, básicamente por higiene mental. era posible que evita utilizase su enfermedad en sus relaciones sociales? Me refiero, eva se hacía la víctima con los chicos con frases del tipo: “que fea soy con este acné” “mira como he amanecido hoy…” “el tratamiento de la soriasis me hace reacción…”. Antes de proseguir quiero dejar claro que, en caso se hacerlo, estaba todo en su derecho de administrar a su gusto las desventajas que con las que la madre naturaleza la había dotado, cual personaje de rol. Dicho esto prosigo con mi personal relato afirmando que eva utilizaba esto de manera soberbia, todos los chicos que estaban en la onda, le tenían aprecio, incluso se decía de ella que según los días estaba hasta buena y por otro lado, los frikis estaban perdidamente enamorados de evita puesto que era el estandarte de una pubertad llena de estragos y pese a todo digna. Joder, con la puñetera evita, era un arma de destrucción masiva!

El caso es que fue llegar a esta conclusión y perderle totalmente el respeto a su dolencia. Si tenía la suficiente picardía como para utilizar su debilidad para sobrevivir socialmente, no estaba tan claro que fuese el angelito transparente y encantador que saludaba de aquella manera tan insoportablemente edulcorada.

Un día, la clase de gimnasia me brindó la única oportunidad que tuve en cuatro años de ver su otra cara. Estábamos jugando al balonmano. Me gustaban mucho las etapas que hacíamos balonmano por dos razones, la primera era que roses podía practicarlo y era mucho más divertido, la segunda es que era bastante buena sacando y prácticamnete todos mis saques se transformaban en puntos tras la red. Era lo único que sabía hacer bien, porque recibir la pelota con la punta de los dedos y pasarla al otro lado de la malla jamás conseguí hacerlo. Pues bien, estábamos haciendo un ejercicio de entrenamiento en recibir pelotas; una pareja hacía el ejercicío, romy (la profesora) puntuaba y soltaban el balón, que era puntualmente recogido por otra pareja al azar, que empezaba a hacer el ejercicio. Eva estaba a mi lado y llegó el balón, daba igual quien lo cogiese puesto que el ejercicio lo teníamos que hacer todas pero lo cierto es que se lanzó con cuerpo y alma a interceptar ese balón. Yo, que soy muy yo en todos los aspectos de mi vida, fue ver su interés atroz por el balón y apartarme perdiendo cualquier tipo de interés por el esférico. Cuando la miré y reconocí en su expresión el orgullo por tal absurdo triunfo, me quedé extrañada. Ella acertó a decir:

--¡¡este para mi, este para mi…!!

Como presa de una excitación enfermiza y casi agresiva. Mi extrañeza se transformó en satisfacción por considerar haberla pilladio en una actitud lejana al lienzo naif con el que contínuamente me castigaba. La miré con suficiencia y triunfo; ella entendió perfectamente mi mirada e intentó virar la escena, empezó a reir y con voz atiplada me explicó haciendose la niña pequeña:

--es que… --risitas-- este balón… --más risitas-- me da suerte, churri!

Pero ya era demasiado tarde. De repente entendí que el balón por el que eva casi se desnuca era más ligero o estaba mejor inflado que los otros dos y de ahí su ahinco por hacerse con el. El ejercicio puntuaba para la nota final. Fuera de tiempo, su excusa llegó una vez estaba lista para sentencia. Jamás volví a dirigirle la palabra. Pero lo más curioso es que a ella no le sorprendió, casi parecía entenderlo y acatar mi decisión.


lunes, marzo 12, 2007

El bebé encarnado


Llevaba una falda de cuadros marrones y negros, de tipo escocés, con unos tirantes del mismo estampado, una blusa blanca y una chapita amarilla con la cara de charlotte prendida en el pecho. Botas azul marino y calcetines largos blancos, muy subidos y estirados, más, al tener la pierna gordita, los llenaba y le llegaban por debajo de la rodilla. El pelo era castaño muy oscuro, abundante, limpio y peinado con la raya en medio, cortado en media melena y con dos clips, uno a cada lado, que apartaban el frondoso cabello de los ojos. La niña esperaba en las escaleras a que la clase de los más pequeños saliese al patio. mientras, jugaba a mantener el equilibro en un reborde de ladrillo que subía junto a las escaleras hasta un puerta estrecha, una puerta que comunicaba con el teatro y que solo la cruzaban por navidades, cuando llevaban a todo el parvulario a ver la representación de "els pastorets". A la niña siempre le inquietaba aquella puerta, permanentemente cerrada a cal y canto, como excluyendo al teatro de sus jornadas normales de colegio; lentamente, subía fuertemente asida al pasamanos de hierro negro, cuya pintura verde oscuro saltaba en múltiples tramos, cuando llegaba a dos escalones de la vieja puerta granate, podía percibir el olor de humedad y madera tan característico de los salones de actos o teatros ubicados en las partes superiores de los edificios antiguos, ese olor genuinamente rancio que impregnaba las cortinas de terciopelo y la destrozada tapicería de los sillones. completamente absorta por el olor y el misterio, la niña se sentaba en el último escalón, como guardiana sedente de las bambalinas decandetes y si algún operario necesitaba entrar al viejo salón y la hacía bajar, aprovechaba ahasta el último instante para, una vez abierta la puerta, impregnarse de tota aquella magnificencia que tienen los sitios destinados a albergar muchas personas, cuando están vacíos.

de pronto, avistó a la profesora de los más pequeños y bajó acorrriendo deslizándose por la barandilla, ganándose una reprimenda de una monitora de patio que casualmente pasaba por allí. la niña hizo ver que la regañina le afectaba y bajó la cabeza, mucho antes de que la monitora acabase su preventivo discurso, la niña, que se llamaba rita, estaba perdida siguiendo con la mirada las figuras que adoptaba el cemento rajado y desigual del patio. el parvulario compartía zona de recreo con un club de baloncesto muy antiguo de la ciudad, así, la zona de juegos por la mañana era la destinada a las gradas cuando había partido y les estaba totalmente prohibido bajar a lo que hacía las veces de cancha de baloncesto, siempre reluciente y recién pintada. a rita, el no bajar, no le suponía ningún esfuerzo, las canastas, las pelotas, no le resultaban elementos atractivos, prefería perderse entre las cajas de plástico verdes y negras, llenas de recipientes de vidrio de coca cola y fanta. estas cajas estaban allí porque además de su zona de patio, este espacio se destinaba a almacén y lavabos del centro social del club. aquel multiusos fue durante dos años escenario de toda su atención y juegos. le encantaba esconderse entre las cajas procurando no rozarlas y evitar el tintineo o dedicar horas a la búsqueda infructuosa de alguna botella llena, como nunca encontró ninguna, no sabía muy bien que es lo que habría hecho de toparse con alguna, tal vez se hubiese conformado con la sensación de ver calmada su sed de esperanza.

sin hacer caso de las botellas, aquella mañana fría rita buscaba en la ordenada fila de los pequeños a su nuevo amigo. era un niño de tres años con la mayor apariencia de desamparo que os podais imaginar, muy blanco de piel , con unos enormes ojos negros caídos y tristes, pelo lacio rubio y con unos inseparables mocos que cubrían perpetuamente su labio superior, unos mocos muy blancos y espesos, que le hacían toser de manera muy ruda para lo menudo que era. porque era pequeño y delgado para sus tres años de edad. nadie jugaba con el porque no sabía hablar, se dedicaba a sollozar a la hora del patio llamando a su mama. rita a sus cinco años sabía perfectamente que su mamá no aparecería hasta bien pasadas unas horas, por ello, desde el primer día que lo descubrió, se dedicó a hacerle de mamá en los patios. como no sabía su nombre, el no se lo decía y el bordado de la bata resultaba totalemente imposible de interpretar, le bautizó con el nombre de alberto, que no es que le gustase especialmente, pero rita pensaba que le caía muy bien.

albertito respondía muy bien a su nuevo nombre y era salir de la clase y buscar a rita para pasar el patio jugando a hacer de su bebé; estas actividades lúdicas eran perseguidas por las maestras puesto que rita era una niña que pese a integrarse con facilidad, rehuía con frecuencia de la compañía de sus compañeros de clase y, en el caso de albertito, se trataba de un niño extremadamente tímido y muy bebé para sus tres años de edad. por eso, rita y albertito se escondían tras las cajas de bebidas y sin pretender jugar, interpretaban roles de protegido y protectora en distintas situaciones: en el bosque, en casa, en el castillo, en la playa... rita, que jamás usó un pañuelo, le pedía a su tita cloti, que tenía una tienda de mercería y modas en la calle guipúzcoa que le regalase pañuelos de la heidi para poder librar a albertito de sus inseparables y viscosos acompañantes; conseguía siempre que albertito se acabase el desayuno, consitente en pan bimbo con nocilla, o con foi gras o con quesitos; esto era meritorio... no sólo porque albertito era un inapetente bastante terco, sino porque cosas como el pan bimbo o la nocilla no se utilizaban en casa de rita y le resultaba muy difícil a la niña evitar incarles el diente.

rita no entendía porque albertito siempre lloraba y ni sus besos, ni sus palabras de consuelo lograban calmarlo, ella le preguntaba una y otra vez sin conseguir una respuesta concreta del chiquillo, albertito no se sabía explicar, estaba siempre triste; porque no lloraba de rabieta o de añorar a su mamá, no... era un llanto más silencioso, pero más apenado a la vez. un día, albertito estaba más desconsolado que nunca y ni siquiera consintió en probar el donut que le había conseguido rita cambiando su sandwich con otra niña de su clase. ese día, rita entendió a base de hacerle preguntas y de quitar mocos que "su hermano estaba enfermo". la noticia, lejos de entristecer a rita, casi le alegró, porque ella tenía un hermano con síndrome de down, que a pesar de no poder ir a su mismo cole y de que al nacer sus padres estuvieron muy preocupados y decían que estaba muy enfermo, finalmente se había curado y estaba bien; rita reconoció que no masticaba y que le costaba un poco de entender las cosas más elementales, pero que eso no tenía tanta importancia, porque ella lo cuidaba en casa igual que a albertito en el patio.
--además --añadió-- habla mucho mejor que tu!

albertito sonrió y se calmó en cierta medida, se comió el donut e hizo ver que dormía acunado por rita.

semanas más tarde, en la puerta del colegio, rita esperaba que su mamá la fuese a buscar, normalmente llegaba de las últimas por lo que se había acostumbrado a reconocer a las mamas, a los abuelos, a los hermanos y hermanas mayores de los niños de su colegio. mentalmente jugaba a ver como aparecían los rostros en el pasillo e inmediatamente la señorita carmen apretaba un botón y pronunciaba con voz fuerte y estontórea los apellidos de los niños más pequeños que no podían esperar allí, sino en la clase a que viniesen a recogerlos; la salida se escalaba para que no coincidiesen más de cien niños y familiares en la puerta. de pronto, apareció una señora con la misma cara de albertito... debía ser su mamá! la sita carmen apretó el botón naranja del intercomunicador y gritó: rojas! jordi rojas! así se llamaba albertito! nunca había coincidido con el a la hora de la salida puesto que los más párvulos salían media hora antes. algo le habría pasado a la mamá de albertito para tardar tanto... bajándo las escaleras de mano de su maestra, apareció albertito lloroso y llenos de mocos, con aquel rugido en su pecho que demostraba que lo que salía de su naríz era sólo la punta del iceberg del monstruo de mucosidad que vivía en su pecho.

albertito salió corriendo al encuentro de su madre, quien lo cogió en brazos y lo consoló por su tradanza, rita, aprovechó un descuido de la sita carmen para asomarse a la calle y siguió con la mirada a albertito en brazos de su madre, calmado por completo. su madre se paró ante lo que a rita le parecíó un gran carrito de niño, pero cuando pudo fijase más, se dio cuenta que era una silla de ruedas, en ella, había un niño, más mayor que ella, tumbado con una manta por encima, sin pelo en la cabecita. la madre depositó a albertito encima del niño y este se le abrazó con cariño.

rita llamó a albertito y el niño, contento de reconocer la voz de su amiga le grito: "imano, imano!" que rita interpretó como la presentación del hermano mayor de albertito. seria, rita se sentó en el escalón de la puerta e intentó entender que es lo que le pasaba al hermano de albertito y quiso convencerse de que no podía ser tan malo, pero la cara de aquella señora, de cansancio, de pena, le decía lo contrario. rita se sentía casi triste, algo no iba bien. en ese momento se abrió la puerta y la sita carmen encontró a una rita que hacía rato que andaba buscando, al verla tan compungida y preguntarle si le pasaba algo, rita señaló las figuras le albertito y su familia, inconfundibles pese a lo lejos que ya se encontraban.

la sita carmen la hizo pasar la despacho de la directora montserrat y del tarro de cerámica amarilllo y verde le sacó dos sugus, incluso, le dejó cambiar el de limón por uno de los azules. le explicó que lo que le pasaba a su hermano y la enfermedad del hermano mayor de jordi, no era la misma cosa, que al hermano de rita no le iba a pasar nada malo, que sencillamente era distinto, que no debía preocuparse...

a rita no le preocupaba su hermano, ni mucho menos; lejos de el, sus pensamientos estaban con albertito y se sentía mal por haber intentado consolarle por algo que no tendría consuelo posible jamás; saboreando los sugus, la sita carmen y la directora le hablaban de las cosas de la vida, de la voluntad de dios, pero rita no las escuchaba, nada de lo que le pudiesen decir le interesaba lo más mínimo, asentía fingiendo que lo entendía porque eso es lo que haría sentir bien a las maestras, y era lo que se esperaba de ella, pero en algún rincón de su mente, se desató algo muy lejano con un golpe sordo. paseando la mirada por el escritorio, reconoció la llave de la puerta que tras las escaleras del patio, llegaba hasta el teatro. cuando su madre vino a buscarla, rita y la llave dejaron el despacho de la directora.

a partir del día siguiente, en previsión de lo que pudiese pasar, pasarían los patios en el teatro actuando para las telas de araña y para las polillas, para las innumerables motas de polvo que vivían en el viejo teatro y... si los pillaban, daba igual.

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