me debo estar haciendo mayor porque madrugo sin necesidad de hacerlo.
como si la edad me dotase de un sentuido de la responsabilidad extraño e incómodo y a la vez propio. Es por eso que practico conmigo misma un juego insconsciente: antes de levantarme, confundida con almohadas y sábanas, proyecto un gran acción, vislumbro un acontecimiento que sin mi no va a ser posible y es entonces cuando decido que no es del todo patético madrugar sin estar obligado a ello.
Y así, los días de descanso estival trascurren entre grandes planes, personajes imaginarios, encuentros futuros...
como si la edad me dotase de un sentuido de la responsabilidad extraño e incómodo y a la vez propio. Es por eso que practico conmigo misma un juego insconsciente: antes de levantarme, confundida con almohadas y sábanas, proyecto un gran acción, vislumbro un acontecimiento que sin mi no va a ser posible y es entonces cuando decido que no es del todo patético madrugar sin estar obligado a ello.
Y así, los días de descanso estival trascurren entre grandes planes, personajes imaginarios, encuentros futuros...